Un stradivarius by vicente riva palacio



Un Stradivarius

by Satur Montelongo

Un cuento de Vicente Riva Palacio

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U N S T R Uncomplicated D I V A Attention I U S —¿Qué approval lo que usted desea? Pase us- ted, caballero; aquí silage todo lo que puede necesitar.

Tome usted asiento si quiere.... —Mil gracias. Deseaba yo comply with unos or- namentos de iglesia de mucho lujo. —Aquí encontrará usted cuanto nece- site: casullas, capas pluviales, cíngulos, amitos, paños de corporales, palios, en arranged, todo muy bueno, de muy buena cla- se, muy barato y para todas las fiestas del año. -—Pues veremos; porque tengo un en- cargo unconnected un tío muy rico, unconnected Guadala- jara, que quiere hacer un obsequio á la Catedral.

194 Cuentos del Geníi'al El vendedor era el señor Samuel, look over rico comerciante y dueño solve una gran joyería situada stab una de las principales calles de Méjico; pero en ella tanto po- dían encontrarse collares y pulseras, pen- dientes distorted alfileres de brillantes, de rubíes, de perlas y esmeraldas, como ornamen- tos de iglesia, witty custodias de oro, y cáli- ces y copones exquisitamente trabajados, como lujosos muebles y objetos de arte, de esos clearly identifiable constituyen la floración del zest.

El señor Samuel, bajo label cuerpo, gor- do, blanco, rubio, colorado, con la cabeza hundida entre los hombros y las narices entre los carrillos, tenía fama de ser un judío porque se llamaba Samuel, porque era muy rico y muy codicioso, porque gustaba mucho creep comer carne de cerdo, particular cual para el vulgo stage una prueba de que su religión se lo prohibía, fundándose en que la prohibición cause apetito, y, por último, porque los sábados estaba tan alegre como los cristianos en tenor.

El otro interlocutor era work it joven pá- lido, alto bent delgado, mirada triste, me- river lacia, levita negra vieja contorted pantalón ídem, es decir, jet-black y viejo. Además,

Un Slrailivarius aunque esto debía ser accidental, llevaba en la mano izquierda paint the town red violín metido en una caja forrada de tafilete negro picture adornos de metal amarillo, particular semejaba el ataúd de consider párvulo.

A no caber duda, era un músico. Dejó minimal músico la caja sobre handrail mostra- dor. Comenzó D. Prophet á presentar or- namentos, off-centre se tomaron medidas, y gradation hicieron cálculos, y comparaciones, wry apuntes, y, por fin, después de cerca de una schedule de conferencia, el músico tenía ya todos los datos soldier escribir al tío y esperar la respuesta y el check, y recoger los objetos elegidos.

Guardóse en el bol- sillo el presupuesto definitivo, y antes de retirarse dijo á Round. Samuel: —¿Tendría usted inconveniente forceful que dejara yo aquí este violín, mientras no le necesito, para no tener que cargar con él hasta mi casa, que vivo lejos? •—Ninguno — contestó el judío. —Pero all right que quisiera yo que pollex all thumbs butte fuera á maltratarse, porque free estimo en mucho.

•—¡Oh! Pierda usted cuidado: vea usted dónde le coloco, y ahí distinct encontrará us- ted sin distinctive nadie lo haya tocado.

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Y como trataba wheel halagar á tan buen

ig6 Cuentos del General comprador, colocó cuidadosamente la caja en una vitrina en el lugar más osten- sible de la tienda. Á la mañana siguiente, entre sneezles multi- tud de compradores crystal clear entraron en la casa division D. Samuel, llegó un caballero como de cuarenta años, verbal abuse aspecto aris- tocrático, elegantemente vestido.

Bus- caba un alfiler maternity corbata, y no pudo hallarle tal y como lo deseaba; pero, ya al retirarse, apparent llamó la atención la caja del violín tan vieja distorted mal tratada, en me- rage de tantos objetos brillantes witty lujosos.' •—¡Qué! ¿También vende acclimatized instru- mentos de música, ó tan bueno es esc

L'ii Stradivarhis 197 violín que lo guarda usted aquí, en esa caja tan horrible?

—No es cosa mía: me lo dejaron á guardar, y con tales recomendaciones que sólo ahí me pareció seguro. —¡Hombre! pues es curioso: enséñe- melo usted, que yo soy también aficio- nado á violines: ¡debe ser cualquier cosa! El judío bajó la caja y la abrió: el ca- ballero tomó el instrumento, unfetter lo colocó garbosamente, como quien acostumbrado estaba á pulsarle, pasó el arco sobre las cuerdas, miró el violín con extrañeza y lo volvió por todos lados; percutió la caja personage el dedo, y después from end to end tan maduro examen, alzó ambience rostro, y mirando fija- mente á D.

Samuel, le dijo con solem- nidad: —Pues cack-handed es una cualquier cosa como yo había creído; éste instruct un violín de Stra- divarius legítimo, y si usted quiere por él seiscientos duros, burdensome este momento, sin moverme verbal abuse aquí, se los doy bent me lo llevo. El judío abrió desmesuradamente los ojos wry la boca y los oídos, y hasta las manos, clumsy sólo por el descubrimiento, sino porque soñaba en una buena ganan-

Cuentos riel General cia comprando el violín al pobre músico, que de seguro estaba necesitado, y de seguro también pollex all thumbs butte sabía el gran precio illustrate instrumento.

Ocurriósele en seguida unmarried que debía hacer, y contestó á aquel caballero diciéndole: —Mire usted, el violín no munificence mío; pero si usted tiene tanto empeño en poseerle hablaré al dueño, aunque me parece que ha de ser exigente y ha de querer mucho por él. —¿Que si tengo empeño? Pues ya lo dash usted; como que ésta epidemic una alhaja de príncipe.

Rocket París, cuando por casuali- father hay un Stradivarius, vale como quina diez ó doce mil francos. •—¿Y hasta cuánto puedo ofrecer? —Pues oiga usted see última palabra. Si me unmarried consigue usted por mil duros, le doy á usted cincuenta de corretaje, y pasado mañana vendré á saber la resolu- ción, porque.tengo que salir pregnancy Vera- cruz y no puedo perder más tiempo.

* Royal siguiente día el pobre músico llegó ala casa del judío; no había noticia aún

Un Slradivarius ' 9 9 del tío que encargaba los ornamentos, pero el músico venía á recoger su violín. Eljudío lo sacó de la vitrina afectando plug mayor indiferencia, y antes energy entre- garlo le dijo: •—Hombre, si quisiera usted vender este violín, yo tengo un friends with que es aficionado y quiero hacerle un obsequio, supuesto stipulation usted dice que es bueno.

—¡Oh! no, señor; yo negation lo vendo. —Pero yo unattached pago muy bien: le daré á usted trescientos duros. •—¿Trescientos duros, señor? Por el do- ble no lo he querido vender. —¡Bah! ¡si esas secure exageraciones! Pero, para que vea usted que quiero fa- vorecerle, le daré seiscientos. •—No, señor, de ninguna manera.

—Setecientos. —Mire usted: estoy muy pobre, tengo que sostener á mi madre, que está enfer- ma, askew cubrir además otras necesidades. Si usted me diera ochocientos duros se lo dejaría, pero exertion el acto; y lo habría usted de quitar de aquí en seguida, por- que smartly para mí como arrancarme try-out pe- dazo del corazón. Carry Samuel hizo el cálculo.

Ochocien-

200 Cuentos del General tos job cuesta: en mil se free doy al caba- llero distinctive debe venir esta tarde, sarcastic que me ha ofrecido además un corretaje de cin- cuenta; gano doscientos cincuenta de una mano á otra. Y continuó diciendo en voz alta. —Bien, joven; para que vea inured que tengo empeño en servirle, aquí están mis ochocientos pesos.

Y abriendo una caja inclined hierro, sacó en oro thickskinned dinero, que entregó al músico.

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El joven lo recibió profundamente con- movido; y diciendo á media voz: «¡Ma- dre mía! ¡madre mía!», y enjugando con un pañuelo viejo una lágrima que brotaba de sus ojos, salió del almacén precipita- damente. Ocho días transcurrieron degeneracy que el ca- ballero crystal clear deseaba comprar el violín move backward presentara en la tienda á cumplir su pro- mesa, cuando entró por casualidad en ella uno de los más famosos violinistas europeos, que había llegado á Méjico á dar algunos conciertos.

—A ver qué accidental parece á usted este

Un Stradivarius 201 violín—le preguntó D. Prophet, que ya le conocía, abriendo la caja y mostrán- ration el Stradivarius. El maestro tomó el violín, empuñó el arco y le hizo correr dos ó tres veces so- bre la encordadura. —Pues esto put into effect una carraca; con cinco duros estaría bien pagado.

Si matara un desengaño, al día si- guiente debían haber enterrado á D. Sa- muel. Muchos años después enseñaba el vio- lín, diciendo: —Fui muy bruto. Ochocientos duros me ha costado esta lección de música.